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Diciembre 11/2012

No hacemos cine con maniquíes

 

K-minantes nació porque la amistad es una película. Las ganas de escuchar, de conversar, de aprender de las y los maestros de la calle nos envolvieron. Las noches nos atraparon. Habitamos la calle, comenzamos a abrir los oídos y todo fue llegando sin buscarlo afanosamente. El viento nos trajo las voces de personas y lugares ocultos, marginales, conscientemente censurados por personajes de billetes en el bolsillo. La realidad sin muros nos sedujo, nos rendimos. El mundo se nos abrió, pero nuestro cuerpo limitado no fue suficiente. El espíritu se nos salió para enseñarnos. La idea nos unió, el cine nos dio la herramienta.



 

El arte no le pertenece a intelectuales, ni privilegiados salidos de escuelas prepagadas. Nos pertenece a los seres comunes, los que andamos a pie. El niño dios no nos trae cámaras de video, toca lucharlas. Contar lo que vemos y sentimos se ha convertido, mas allá de pretensiones personales, siempre presentes, en una necesidad. Es un generador de oxígeno para el respirar de nuestra alma.



Hoy, sentimos que la idea de hacer cine está siendo opacada por una humarada de vanidad. Las intenciones giran en torno al lucro personal, a la satisfacción del ego. Quizás, quienes emprenden el camino de hacer películas, están pensando primero en que decir cuando reciban un premio, no en la honestidad de la idea que buscan plasmar con la luz. Respetable, somos un manojo de ramas distintas, pero en las hojas veremos el resultado de nuestro caminar.



 

Decidimos que nuestra experiencia a través del audiovisual no podía ser un tesoro escondido. Vamos haciendo trueques por el camino. Aprendemos de las personas y lugares encontrados, nos regalan su saber popular, nosotros compartimos el audiovisual. Nuestra cámara y nuestros micrófonos tienen  las huellas dactilares de todos aquellos y aquellas que nos guían el camino.

El cine es un derecho popular. La posibilidad de reconocerse en la imagen y contarse, desnudarse a los demás como individuo o como comunidad, no puede ser más de profesionales, famosos o privilegiados. A través de la imagen luchamos, protestamos, gritamos, amamos, miramos, homenajeamos. No es una acción elevada por las nubes que solo puedan tocar los que tiene para volar en aparatos. Es para todos y todas los que seamos capaces de volar con la cabeza.



Con una postura frente al mundo rechazamos la miseria de nuestro ego como humanidad. Con la gente de carne y hueso, con la tierra que sentimos en los pies, con el amor, también con la rabia que genera la injusticia de nuestro actuar por el planeta, K-minamos, compartimos, nos conectamos. Hacemos cine que nace desde el sentir de nuestra naturaleza, no hacemos cine con maniquíes, estamos buscando el alma de las vidas a través de nuestros sentidos para expresarlos con nuestras imágenes.

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